Una de las tendencias renacientes del cine nacional que más celebro es el acercamiento a las minorías étnicas mexicanas. Después de Eréndira Ikikunari y Luz Silenciosa, toca el turno a las comunidades tarahumaras de la sierra norte del país. La dupla conformada por Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas traen Cochochi, historia de dos hermanos que pierden un caballo al viajar un poblado cercano para entregar unos medicamentos.
Ganadora del más reciente Goya a Mejor Película, La Soledad, es un ejemplo más de la envidiable madurez del cine español. La cinta de Jaime Rosales es un limpio y estilizado retrato de la sociedad ibérica contemporánea.
Antonia (Petra Martínez) es la madre de Inés, Nieves y Helena. Trabaja en una pequeña tienda de abarrotes. Su vida es tranquila, y sus únicos altibajos provienen de la vida de sus hijas. Adela (Sonia Almarcha) comparte un piso con Inés. Apenas se mudó a Madrid con Miguelito, su hijo de trece meses, dejando a su ex esposo, Pedro, solo en la provincia española. La obra es, naturalmente, una cinta de reparto. La docena de actores que intervienen logran un brillante trabajo individual y particularmente de cohesión actoral.
La discreta paleta cromática y el acertado uso de la polivisión acentúan la indiferencia en la vida de los personajes. La sobriedad fílmica de Rosales y los destacados logros visuales y actorales de la cinta, hacen de La Soledad un requisito básico para comprender la nueva generación de cineastas iberoamericanos.
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