lunes, 10 de marzo de 2008

FICG| Día dos.

Una de las tendencias renacientes del cine nacional que más celebro es el acercamiento a las minorías étnicas mexicanas. Después de Eréndira Ikikunari y Luz Silenciosa, toca el turno a las comunidades tarahumaras de la sierra norte del país. La dupla conformada por Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas traen Cochochi, historia de dos hermanos que pierden un caballo al viajar un poblado cercano para entregar unos medicamentos.
Como se está haciendo costumbre en el cine nacional, Cochochi está protagonizada por actores no profesionales. Las interpretaciones de Tony y Evaristo son convincentes, pero destaco la labor de actores de cuadro como Marcial Bernardino y Don Juan Nevares. La ejecución visual es de primer nivel, montando armoniosamente imágenes de los bosques chihuahuenses y los coloridos atuendos de la población tarahumara. Ciertos momentos mexican curious (como la ridículamente desafinada orquesta escolar) manchan la buena realización de la pareja debutante, cuya naturalidad y sencillez narrativa justifican la trama un tanto trillada.
No sé qué le espere a Cochochi. Merece una buena distribución e incluso la encuentro bastante accesible para las audiencias, a pesar de su ritmo pausado. Sorpresivamente, el rating en IMDb es injustamente bajo (3.9), pero confío en que su recepción futura no sea tan frívola.

Ganadora del más reciente Goya a Mejor Película, La Soledad, es un ejemplo más de la envidiable madurez del cine español. La cinta de Jaime Rosales es un limpio y estilizado retrato de la sociedad ibérica contemporánea.

Antonia (Petra Martínez) es la madre de Inés, Nieves y Helena. Trabaja en una pequeña tienda de abarrotes. Su vida es tranquila, y sus únicos altibajos provienen de la vida de sus hijas. Adela (Sonia Almarcha) comparte un piso con Inés. Apenas se mudó a Madrid con Miguelito, su hijo de trece meses, dejando a su ex esposo, Pedro, solo en la provincia española. La obra es, naturalmente, una cinta de reparto. La docena de actores que intervienen logran un brillante trabajo individual y particularmente de cohesión actoral.

La discreta paleta cromática y el acertado uso de la polivisión acentúan la indiferencia en la vida de los personajes. La sobriedad fílmica de Rosales y los destacados logros visuales y actorales de la cinta, hacen de La Soledad un requisito básico para comprender la nueva generación de cineastas iberoamericanos.

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