viernes, 6 de agosto de 2010

Kárhozat (Maldición). Béla Tarr 1987.



Escribo esta reseña para la International Cinephile Society, grupo en el que colaboro, y que publica este mes un top100 del cine de los ochenta. Kárhozat quedó ubicada en el puesto 50.


Kárhozat (Maldición), una sombría aproximación a la decadencia rural en tiempos de desencanto comunista, por Béla Tarr. Relato de un hombre atrapado en una aldea lúgubre -casi un tiradero- en busca de una salida. El pueblo no tiene nombre, podría ser cualquier pueblo. Su cielo lluvioso lo recorren carros de carbón suspendidos por cables de acero; perros callejeros persiguen a sus vagabundos, solitarios habitantes.

Tarr, considerado uno de los grandes formalistas del cine moderno, orquestra un trabajo contundente gracias a un crudo realismo y un cine impecablemente manufacturado. Sus característicos planos secuencia retratan la desesperanza que reina en la comunidad. Estas lóbregas vistas de la Hungría rural, fotografiadas por Gábor Medvigy, serían grises aún si el filme se filme se hubiera filmado a color. La casi postapocalítica mise-en-scène conjuga pobreza e indiferencia hacia la vida. Un cautivador paisaje sonoro combina el ruido desalentador del clima y la industria con la música de Mihály Vig -compositor frecuente en la filmografía de Tarr-, de instrumentación folk a veces festiva, a veces desconsolada.

Karrer (Miklós Székely) pasa su vida bebiendo brandy barato en cantinas locales. Apático, quizá temeroso de todo y de todos, se enamorea de una cantante (Vali Kerekes) que trabaja en el Titanik, el lugar que más visita. Cuando le proponen un trabajo lucrativo de contrabando, pasa la oferta al esposo de la cantante. Karrer ahora tendrá el tiempo para convencerla de huir con él. La mujer representa su única oportunidad de escape, representa esperanza. Pero las historias son todas historias de desintegración, los héroes siempre se desintegran, y se desintegran siempre de la misma forma (...). Así que, lo que está por pasar aquí es sólo una forma de ruina dentro del millon de formas que existen.

Una profeta aparece pronto. La mujer que atiende el guardarropas del Titanik (una memorable Hédi Temessy), es la intérprete de una aldea maldita por su dios. Mientras docenas bailan, ella no celebra. Ritual pagano de liberación. Llueve afuera, furia de dios. Sabremos a que aferrarnos una vez que el mundo explote. Boca a boca, corazón a corazón, estrella a estrella.

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